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REFERENCIA GENERAL 01/20005
Tuvieron que formársele llagas en los pies por los caminos de la lejanía y la degradación antes de encontrar el camino hacia la casa paterna y descubrir que ésta no era una prisión, sino un espacio de libertad, de perdón, de dignidad recuperada; y que en el centro no había un código, sino un corazón; no un tribunal, sino una fiesta de música y danzas.
La parábola se convierte así en la historia de nuestras insensatas huidas y de nuestros regresos; de nuestro descubrimiento más sorprendente, después de la embriaguez de tantas ilusiones: Dios nos espera con ansia. Él no se cansa de ser Padre. Nosotros podemos marcharnos dando un portazo, en busca de la nada, pero Él no nos pierde de vista y nos hace sentir hambre. Hambre de amor y de ternura.
Una parábola, en definitiva, para "aprender" al Padre, conocernos a nosotros mismos e intuir que podemos estar dentro de la casa y, sin embargo, ser extraños y distantes, como el hijo mayor. Una parábola que atestigua la posibilidad de recuperación para el alejado y la condición casi irrecuperable de quien se cree justo. Un mensaje de esperanza para los dispersos y una severa advertencia para quienes se creen con todos los derechos.
118 págs. (20x14 cms)
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ABADÍA BENEDICTINA