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La ofrenda o limosna por la celebración de misas no significa en absoluto "comprarlas". El precio que Jesucristo pagó sacrificándose, es infinito. "Fue inmolado y con su sangre adquirió para Dios, hombre de toda tribu, lengua, pueblo y nación" (Ap 5, 9). Al celebrar la Eucaristía, el sacerdote lo hace en la persona de Cristo, el cual actualiza por medio de la celebración litúrgica su único Sacrificio redentor.
ABADÍA BENEDICTINA